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Healthy Skepticism Library item: 13736

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Publication type: news

Perancho I.
Crece la demanda de registros públicos para hacer transparente la relación con la industria
El Mundo 2008 May 3
http://www.elmundo.es/salud/2008/755/1209765603.html


Full text:

Rehusar los regalos y la financiación de actividades de las empresas del sector sanitario, incluso los de menor cuantía. Es la propuesta más radical de un grupo de médicos que pretende romper así con la cultura de patrocinio imperante. se imponen nuevas reglas para garantizar la autonomía de los galenos

La próxima vez que acuda a consulta repare en la mesa de su médico. Lo más probable es que exhiba multitud de artículos promocionales de la industria farmacéutica y de productos sanitarios: bolígrafos, calendarios, botes para lápices, tacos de adhesivos para notas… En muchos de ellos lucirá el nombre de un medicamento. El mismo que el galeno verá día tras día e, inevitablemente, retendrá en su cerebro. Muy pocos facultativos rechazan estos regalos de escasa cuantía y aparentemente inocentes. Pero lo cierto es que forman parte de la poderosa herramienta de marketing con la que la industria del fármaco y de tecnología sanitaria trata legítimamente de influir sobre la prescripción médica. Al menos, hasta ahora. Un millar de profesionales españoles se han sumado a la plataforma ‘No gracias’, una iniciativa surgida para sensibilizar sobre la falsa gratuidad de este tipo de actividades promocionales.

Carlos Ponte, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Central de Asturias, en Oviedo, rompió hace seis años sus relaciones con la industria. “Sí, he ido alguna vez financiado por un laboratorio a un congreso, pero ahora cuando quiero hacer algún curso me lo pago yo, aunque los costes son altos”, explica.

Su colega Juan Gervás, médico de atención primaria del centro de salud de Canencia de la Sierra y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, ha ido más allá a la hora de evitar el contacto directo con las empresas sanitarias. En 1974, apenas un año después de empezar a trabajar, dejó de recibir en su consulta a los comerciales de la red de ventas de las farmacéuticas.

“No me aportan nada desde el punto de vista profesional, me obligan a perder tiempo y generan relaciones no deseadas”, justifica. Su consulta es un modelo de limpieza. “No hay nada que provenga de los laboratorios, ni bolígrafos, ni alfombrillas para el ratón del ordenador, ni calendarios…”, asegura.

NUEVO ESQUEMA

Ambos son miembros destacados de la plataforma ‘No gracias’, una iniciativa constituida por profesionales de la salud y del sistema sanitario que se presentó en sociedad el pasado 26 de marzo. En apenas un mes, más de un millar de médicos ha enviado correos con firmas en apoyo de la propuesta: “Plantear un nuevo esquema de relaciones que sean transparentes y más equitativas, pensando en el interés del paciente”, subraya Ponte.

España ha sido uno de los últimos países en sumarse a un movimiento que surgió hace años en EEUU y que se ha ido expandiendo por todo el mundo como respuesta al complejo entramado de intereses y a la extendida cultura de patrocinio que impera en el sector de la salud.

“En Reino Unido, el 15% de los médicos generales no recibe a los comerciales. Aquí es algo insólito”, dice Gervás. En España es todavía difícil visualizar cualquier actividad médico-científica en la que las compañías farmacéuticas y de tecnología sanitaria no estén presentes. De hecho, sufragan la mayoría de ellas. “El 90% de las reuniones científicas no se celebraría si no existiera esta financiación”, reconoce Rogelio Altisent, presidente de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial.

Lo cierto es que la formación continuada de los profesionales que trabajan en el sistema nacional de salud está casi exclusivamente en manos del sector industrial. ¿Se puede garantizar así la autonomía del facultativo? Para Carlos Ponte, la respuesta es un “no” rotundo. Y la responsabilidad de la situación recae en la propia administración sanitaria. “No se hace cargo de la formación de su personal y no parece que haya mayor interés en dar pasos en este sentido”, lamenta Altisent. “La dejación es absoluta”, asiente Gervás.

En medio se encuentra el profesional, que se debate entre la inercia, la complacencia y, últimamente y aún de forma minoritaria, la rebeldía. De hecho, como indica Gervás, la responsabilidad del actual juego de relaciones, calificadas de “incestuosas” en ciertos casos, entre la industria, la Administración, los médicos e, incluso, más recientemente los colectivos de pacientes, no recae en exclusiva sobre las empresas del sector sanitario.

TODOS CULPABLES

“Los profesionales somos víctimas, aunque no inocentes, y también culpables. Algunos denominados expertos médicos manipulan de forma mucho más eficaz que los representantes de los laboratorios. Para muchos, renunciar a la relación con estas empresas representaría perder un tipo de vida. No atender a los comerciales implicaría no recibir libros, ni suscripciones a revistas, ni ir a congresos. Es decir, romper el acceso a lo que se considera normal. De hecho, la industria se ha visto, a veces, forzada a entrar en un juego que no le gusta: le pueden bloquear la prescripción de un producto si no financian un congreso”, afirma el representante de ‘No gracias’.

Las sociedades científicas y organizaciones profesionales tampoco se libran de sus dardos. “Soy miembro de tres y prácticamente no me llega un documento ni un libro de los que publican, ya que todos se canalizan a través de los comerciales de los laboratorios”, afirma.

El alto precio de los congresos también es objeto de crítica: las inscripciones pueden llegar a costar 600 euros, sin contar el viaje ni el alojamiento. “Hay residentes que quieren adherirse a la plataforma, pero rehusan porque dicen que no pueden pagarse ellos mismos la asistencia a estas reuniones”, agrega Ponte.

La iniciativa ‘No gracias’ es la demostración más contundente de que algo está cambiando en el sentir general de la familia sanitaria. Sobre todo tras la reflexión generalizada sobre el verdadero alcance de estas relaciones que propiciaron los escándalos por las muertes asociadas al uso de fármacos como el rofecoxib (VioxX) o la cerivastatina (Lipobay).

Tras estos hechos han sido numerosas las organizaciones profesionales y científicas, revistas médicas, universidades y hasta laboratorios que han revisado a nivel internacional la ética de sus actuaciones e interrelaciones. Como señala Julián Zabala, director de comunicación de Farmaindustria, la patronal que aúna a los laboratorios españoles, “en algunos casos se habla de una industria farmacéutica que ya no existe. Las relaciones han cambiado de forma espectacular, aunque arrastramos los clichés de hace años”.

Farmaindustria optó hace tiempo por la autorregulación para supervisar la idoneidad ética de sus actividades. En breve dará a conocer un documento que amplía las recomendaciones recogidas en su ‘Código de Buenas Prácticas para la Promoción de Medicamentos y’ profundiza en los contactos con los profesionales. “El objetivo es darles transparencia, que siempre que se produzcan se justifiquen con el objetivo que se pretende alcanzar, que consten por escrito y que si hay contraprestación económica, sea razonable”, explica José Zamarriego, director de la Unidad de Supervisión Deontológica de Farmaindustria.

Esta institución ha verificado en los últimos cuatro años más de 7.000 eventos organizados por los laboratorios. El resultado de este trabajo de autorregulación han sido 6.000 acciones preventivas para evitar infracciones del código y 56 denuncias.

¿Existe entonces espacio para relacionarse con las empresas del sector sanitario sin riesgo? Para Gervás sí, si la relación es transparente, proporcional e independiente. “Debería explicitarse siempre antes de dar una conferencia, participar en la elaboración de un libro o de una guía”, ejemplifica.

De hecho, esta costumbre empieza a cundir al otro lado del Atlántico: la primera diapositiva que muestran los ponentes participantes en un congreso es la declaración de los denominados conflictos de interés, es decir, de las posibles colaboraciones y remuneraciones que han podido percibir de alguna compañía. Se supone que así la audiencia tiene información para poder decidir si los argumentos y opiniones del experto pueden haber recibido algún tipo de influencia.

Crear registros públicos en las sociedades científicas y organizaciones profesionales en los que se expliciten las relaciones entre profesionales y empresas con nombres es otra de las fórmulas que se barajan para evitar riesgos.

Y sobre todo buscar cauces independientes para que el médico se forme y reciba información lo más objetiva posible. Los miembros de ‘No gracias’ y otros profesionales defienden reforzar los denominados boletines farmacoterapéuticos, documentos elaborados por médicos y farmacólogos que revisan la eficacia de medicamentos y otros tratamientos al margen del influjo de intereses comerciales. “Varias comunidades autónomas los editan pero carecen de medios y recursos”, reconoce Ponte. Su poder de penetración es ínfimo frente al de las nutridas redes comerciales de los laboratorios.

Equilibrar las fuerzas a la hora de informar es precisamente el objetivo de la insólita iniciativa que acaba de arrancar en varios centros de salud de Cáceres. Con el aval de la Subdirección General de Farmacia de la Consejería de Salud de Extremadura se está formando a un grupo de 24 visitadores médicos independientes de la industria para contrarrestar la información de ésta. “Se trata de que los profesionales sepan distinguir la ‘buena mesa’ de la ‘cocina basura’, es decir, de la información sesgada e interesada”, señala Luis Palomo, responsable de este Programa de Formación en Práctica Clínica Basada en la Evidencia.

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Internet, punto de encuentro del movimiento de ‘rebeldía’ médica

El bolígrafo promocional con el logotipo de un medicamento no es más que la punta del ‘iceberg’ de la cadena de acciones comerciales con las que la industria sanitaria se acerca a los profesionales: invitaciones para asistir a congresos con los gastos pagados, que incluyen estancia en hotel, cenas y comidas; suscripciones a revistas científicas; libros y documentos de Medicina gratuitos… Rechazar la nimia dádiva para la escritura es toda una declaración de intenciones.

Esta es una de las banderas que enarbola la organización estadounidense ‘No free lunch’ (No a las comidas gratis), la pionera y más radical a nivel mundial a la hora de exigir mayor transparencia en las relaciones entre los profesionales sanitarios y las empresas del sector de la salud.

Una de sus propuestas más provocativas es precisamente la de conceder una amnistía a todos los ‘bolis’ patrocinados y, para ello, sugiere a los sanitarios que los envíen a la organización, que los canjea por otros que exhiben su logotipo. Los primeros se reciclan enviándolos a una organización no gubernamental.

La iniciativa ‘No free lunch’ es el germen de un movimiento que empieza a dar muestras de madurez. Existen otras similares en EEUU (‘Ban the Bags’, para prohibir la distribución de canastillas en las maternidades) y el resto del mundo: ‘No free lunch-UK’ en Reino Unido, ‘No grazie, pago io’ (No gracias, pago yo) en Italia o ‘No gracias’ en España. Internet es el punto de encuentro y el escenario de esta creciente corriente de rebeldía contra la excesiva presencia de las compañías farmacéuticas y de productos sanitarios. Otros proyectos que van ganando popularidad son los de ‘Healthy Skepticism’ (Escepticismo saludable), una organización no gubernamental australiana que difunde información independiente; la del Center for Medical Consumer, que publica ‘HealthFacts’, un boletín mensual con evaluaciones críticas sobre los procedimientos diagnósticos y terapéuticos, o la de la Asociación para la Formación Médica Independiente (AIME, sus siglas en inglés), que edita otro sin patrocinio de la industria. En Francia, la revista ‘Prescrire’ se hace eco de las informaciones enviadas por médicos que reciben a los comerciales farmacéuticos y evaluan la calidad de los contenidos que ofrecen. Después desvelan qué datos no están avalados por la ciencia.

La realidad es que el médico no tiene a su disposición muchas fuentes independientes de información terapéutica. Y las pocas que existen, muchas veces están en inglés. “Es cierto que si la información no te la da la industria te la tienes que buscar tú, pero puedes hacerlo; y con facilidad”, opina Juan Gervás. Luis Palomo, firmante igualmente de la plataforma ‘No gracias’, tampoco actualiza sus conocimientos a través de la literatura que le ofrecen las compañías farmacéuticas. También decidió dejar de recibir a sus comerciales. Reconoce, no obstante, que actualmente el profesional se enfrenta a un exceso de información que hace “impensable que por si sólo sea capaz de desentrañar la que realmente le puede ser útil”. Por eso aboga por institucionalizar la figura de los visitadores médicos independientes para que ofrezcan a los facultativos contenidos libres de sospecha. “Por encima de cualquier información escrita y cualquier boletín, se ha demostrado que lo más eficaz a la hora de difundir información son los encuentros ‘vis a vis’”, subraya.

La paradoja del programa formativo que se desarrolla bajo su supervisión en el área de salud de Cáceres es que se financia con fondos de la propia industria farmacéutica. El Servicio Extremeño de Salud ha dado apoyo a estas acciones a través del capital destinado a fomentar el uso racional del medicamento, un programa que se mantiene con las aportaciones de Farmaindustria.

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Límites más estrictos

Numerosas organizaciones profesionales y académicas han marcado en los últimos años los límites que sus miembros no deberían cruzar:

Asociación Americana de Facultades de Medicina. La organización que representa a 129 escuelas de Medicina de EEUU ha propuesto esta misma semana prohibir que los laboratorios y empresas de tecnología ofrezcan ágapes, regalos, viajes y remuneraciones por redactar artículos a sus médicos, profesores y estudiantes. Varias universidades se han declarado ‘Pharmafree’ (Libre de las farmacéuticas).

Consejo de Colegios de Médicos de España. En 2006 aprobó una declaración ética aconsejando explicitar los patrocinios recibidos e instando a la declaración voluntaria de intereses.

Sociedades médicas. Las españolas de Cardiología y la de Ginecología han elaborado marcos éticos. Piden ejercer la autocrítica a la hora de aceptar atenciones comerciales.

 

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Cases of wilful misrepresentation are a rarity in medical advertising. For every advertisement in which nonexistent doctors are called on to testify or deliberately irrelevant references are bunched up in [fine print], you will find a hundred or more whose greatest offenses are unquestioning enthusiasm and the skill to communicate it.

The best defence the physician can muster against this kind of advertising is a healthy skepticism and a willingness, not always apparent in the past, to do his homework. He must cultivate a flair for spotting the logical loophole, the invalid clinical trial, the unreliable or meaningless testimonial, the unneeded improvement and the unlikely claim. Above all, he must develop greater resistance to the lure of the fashionable and the new.
- Pierre R. Garai (advertising executive) 1963